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¿Somos como los romanos en la mesa?
Enric Ribera Gabandé Dice el refrán “con pan y vino, se hace el camino”. En el pan y el vino que los hospitales les ofrecían a los peregrinos medievales, estos encontraban la fuerza necesaria para hacer el camino. No obstante, el pan y el vino tienen raíces más profundas que las que se anclan en la época del Medioevo. Se puede retroceder en el tiempo y el espacio más allá de los primeros siglos de la época romana. En la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, el “menú” estuvo compuesto precisamente de pan y vino. El pan lo convirtió, Jesús, en su cuerpo; y el vino, en su sangre.
Los romanos, con su paulatina romanización, fueron extendiendo como una gota de aceite, nunca mejor dicho, el cultivo del olivo, también la vid, las higueras, manzanos, albaricoques, las sandías, las granadas, melocotones, las calabazas, los melones, los embutidos, los quesos y salsas. Un patrimonio que ha perdurado hasta nuestros días; algunos de sus productos, de una forma inalterable.
Los romanos, entre diversas e incontables recetas, fueron los que ingeniaron los primeros dulces, elaborados con frutas, harina, agua y leche, y aderezados con pimienta y miel. También prepararon vino dulce con miel, lo que era el hidromiel. Empleaban la miel debido a que el azúcar que llegaba de Egipto era un producto, económicamente hablando, muy caro.
Durante el Imperio romano, el vino era empleado, exclusivamente, para ritos religiosos, aunque más tarde pasó a formar parte de las costumbres populares; estaba prohibido para las mujeres y para los hombres menores de 30 años. Debido a que eran muy religiosos, antes de la celebración de la comida, llevaban a cabo ritos de gratitud durante los cuáles se ofrecía comida y vino a los lares, protectoras de la casa y divinidades.
En sus inicios, el pueblo romano restringe la elaboración del pan; elegían alimentarse de gachas y papillas, ya que éste se consideraba como algo ajeno, que tan solo se presentaba a la mesa de los pudientes. Roma llegó a contar con más de 300 panaderías que dirigían profesionales griegos. Sobre el año 100 d. C., durante la época de Trajano, se constituye el Colegio Oficial de Panaderos con carácter privado, exento de impuestos. Entonces, los magistrados regulaban su precio. Los romanos mejoraron los molinos, las máquinas de amasar, y los hornos hasta el punto de que hoy en día se denomina "horno romano" al horno de calentamiento directo.
El aceite de oliva venía a ser un regalo de los dioses; oro líquido de la fuerza, la sabiduría, la paz…la victoria. Distinguían, los romanos, 21 variedades de olivas destinadas para la obtención del aceite y las recetas para la preparación de las aceitunas con vinagre o aceite, sal y aromatizadas con hierbas.
Receta, ésta, que ha perdurado hasta nuestros tiempos. Aún en nuestra generación actual se continúa preparando la conservación de las aceitunas en tinajas de vidrio siguiendo esta receta ¡Exquisitas!
Enric Ribera Gabandé
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